Entradas

Relato: "Y nos dieron las diez"

Ya era más de madrugada que de medianoche en una noche de verano. Entré en el bar con el resto de los compañeros del grupo. Nos sentamos en una de las mesas vacías, que eran algo más de la mitad del local. Semioscuro, se veían grupos de hombres sentados en corro alrededor de las mesas redondas, bebiendo cerveza y conversando entre ellos, con sus alegres y escandalosas voces de quien ya está ebrio pero no lo quiere reconocer. Camareras con minifalda y mirada cansada pero altiva se paseaban con bandejas repletas de espumosa cerveza, siendo observadas por algunos hombres. –¿Qué os trae por aquí, hombretones sudados y alterados? –nos preguntó una de las chicas, sonriendo. Parecía que los pechos se le fueran a saltar en cualquier momento fuera del escote. –Un buen concierto a todo volumen y mujeres guapas con las que disfrutar un buen rato –le contestó uno de mis amigos. Lo cierto es que lo escuché a medias, perdido en los ojos de gata en celo de la camarera. –¿Y para ti, gallar

Relato: ¿Y si voy a una discoteca?

Había pasado mi hora de dormir, así que decidí ir a dar una vuelta por el barrio de alrededor de mi casa, aprovechando que nunca lo había visitado de noche y teniendo en cuenta que era una zona turística. Hombres de color y cuatro gatos sentados en algún que otro bar. Por lo demás, no había nadie en la calle. Espera, un grupo de chicas esperando en la parada del autobús. Las miro con descaro, intentando predecir sus reacciones: todas me ignoran. Todas no, dos de ellas, algo más apartadas, me dedican una sonrisa de gata, provocando que me ponga más nervioso de lo que ya estoy. Me odio a mí mismo por pensar si serán prostitutas o si me sonríen con honestidad. Sea como sea, sigo mi camino. No he cruzado ni una manzana que otras tres chicas me abordan. -Hello -me dice una de ellas-. Ticket? Disco? Dance, mojito? Por el rabillo del ojo veo cómo una de ellas me rodea. -Yes. Party -contesto. Enseguida me colocan una pulsera y me señalan un pub a cinco pasos. Sonrío, nervioso. Es cierto

Relato: El apocalipsis de la rana

Buenas noches. Empezaría a escribir esto con un alegre “Buenos días”, pero me temo que eso no será posible. Principalmente, porque lleva siendo de noche casi una semana. Todavía recuerdo lo qué pasó: Un chico algo atolondrado se adentró en una cueva que varias leyendas consideraban maldita. Dichas leyendas narraban sobre hechizos prohibidos y nigromantes descontentos con la vida actual. Puede que fuera el reto de alguna chica, o la burla por parte de compañeros del instituto, ¡incluso pudo haber sido una voz interior, prometiéndole la vida eterna! Da igual, lo importante es que el chico entró en la cueva. Es extraño contar lo que sucedió entonces. La garganta de la montaña tenía un final de piedra y, en él, había pintada la huella de una mano; alrededor de dicha mano estaban dibujados un sinfín de líneas y símbolos extraños. “¡Extraterrestres!”, se dijo el chico. Colocó sin pudor, movido por la curiosidad propia de los mayores aventureros, su mano sobre el dibujo y observó,